En la cuenta @JorgeGlasLibre se lee un tuit fijado que, a propósito de su cumpleaños 49, dice: “@JorgeGlas el hombre de los mega proyectos, Jorge Glas el hombre del cambio de la matriz productiva, Jorge Glas el hombre de las hidroeléctricas…”. Ese mismo Jorge Glas hoy cumple 365 días de prisión preventiva.
De ratificarse la pena, sería el primero de los seis años a los que fue condenado –junto con otras cuatro personas, entre las que está su tío Ricardo Rivera– por liderar una red de corrupción vinculada a los sobornos que Odebrecht repartió a cambio de contratos.
El día de su entrega, el 2 de octubre de 2017, al abordar la avioneta que lo llevó de Guayaquil a Quito, un militar se le cuadró y otro le extendió la mano. Antes había usado una sala especial para despedirse de sus amigos y familiares. A la medianoche, cuando cruzó el umbral del portón de la Cárcel 4 lucía un terno oscuro y corbata. Tenía guardaespaldas y las credenciales de vicepresidente a medias: de los 131 días en el cargo, los últimos 60 los había ejercido sin funciones.
Si su compañero de fórmula –el presidente Lenín Moreno– le había advertido meses antes que “lastimosamente, el dedo apunta cada vez más a usted”, cuando se acomodaba en prisión –para la justicia– su nombre empataba los cabos sueltos que dejaban decenas de testimonios, documentos, chats, grabaciones… El delito: asociación ilícita. En diciembre fue sentenciado a 6 años de prisión y a pagar –con su tío– $ 14 millones al Estado. (I)
Fuente: El Universo