Más de 51 millones de dólares salieron directo a Cuba en los últimos cinco años como parte de los convenios por servicios médicos, que terminaron en noviembre. Una relación asimétrica sin mayores frutos que la coincidencia ideológica del momento.
La historia es paradójica, mucho más cuando de alianzas ideológicas se trata. Hace una década los gobiernos de Ecuador y Cuba firmaron un convenio en temas de salud, que trajo médicos cubanos para apoyar la “Misión Manuela Espejo”. Era el programa insigne del entonces vicepresidente Lenín Moreno para mapear social y geográficamente a las personas discapacitadas que requerían ayuda.
En este proyecto “cumplió un papel preponderante la hermana república de Cuba, acaso el país más solidario de Latinoamérica”, decía Moreno en 2010, en una reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas, en Nueva York. Eran tiempos en que los dos gobiernos compartían visiones ideológicas. Ahora, el Presidente acusa la injerencia de la otrora “hermana Cuba” en el paro de octubre para desestabilizar su gobierno.
Más de 250 ciudadanos cubanos habrían ingresado al Ecuador con pasaporte diplomático, aparentemente cobijados por los convenios médicos, en los días de protestas. Esto, dio a entender la ministra de Gobierno, María Paula Romo, no sería una coincidencia, puesto que la administración de Moreno no comparte los ideales revolucionarios de años atrás.
Según datos proporcionados por el Ministerio de Salud, entre 2014 y 2019, esos acuerdos nos costaron 51,3 millones de dólares. El año 2014 fue el que más galenos brindaron sus servicios aquí: 491; ellos iban a los sectores rurales del país. Pero hay muchos acuerdos anteriores.
Los primeros desembolsos de los tiempos de revolución salieron de la Vicepresidencia: 120 mil dólares hacia la Embajada de Cuba, y 2,54 millones para el Centro de Neurocirugías del país caribeño, según un informe de Contraloría que auditó el programa Manuela Espejo entre 2009 y 2010. Rubros cancelados según las investigaciones sobre discapacidades.
Luego vendrían acuerdos con otras entidades gubernamentales, que sumaron otros millones. Vistazo revisó algunos de estos y los montos acordados, y detectó que el dinero fluía en una sola vía: hacia el país caribeño.
Así salía el dinero
Según un convenio de 2012 entre los ministerios de Salud de ambos países, firmado por el entonces ministro Miguel Malo Serrano, cada médico cubano le costaba al Ecuador 3.148 dólares mensuales.
Pero según versiones recogidas de médicos que prefirieron el anonimato, ninguno de ellos cobraba más de mil dólares como sueldo. Es decir que, más del 70 por ciento del monto de estos acuerdos llenaba las arcas del gobierno de los Castro.
La ministra de Salud, Catalina Andramuño, quien asumió la cartera hace unos meses, informó que, según los acuerdos, no había relación contractual con los médicos cubanos, porque todo el dinero se transfería directamente a la Isla. “No existía responsabilidad laboral directa ni solidaria por tales cargas (servidores o trabajadores)”. Añadió que desconoce el porcentaje que se pagaba a los galenos, pues eso dependía de la contraparte.
El gobierno anterior argumentó que Ecuador no contaba con los especialistas necesarios; la solución: traerlos de Cuba. Según han demandado gremios de médicos nacionales, ese dinero que fue a Cuba habría sido mejor invertido en crear programas de especialización en el país.
Según la prensa internacional, Cuba recibe entre 9 y 11 mil millones por estas “exportaciones de mano de obra calificada”, que están en varios países del mundo. Solo en Brasil había más de 10 mil médicos cubanos, que llegaron en los períodos socialistas de Lula y Dilma, y empezaron a salir con la llegada de Bolsonaro al poder. Era la forma como los amigos de los Castro ayudaban a financiarlo.
Tres eran las maneras para enviar el dinero de Ecuador a la Isla: los ministerios cancelaban en la Embajada, se hacían transferencias a las distintas dependencias gubernamentales a través de una cuenta en el Banco Financiero Internacional S.A., de La Habana, o por medio del Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE).
El SUCRE fue implementado en 2008 por los países de la Alianza Bolivariana para las Américas (Alba). La idea era crear un sistema de pagos que reemplazaría al dólar en el mediano plazo, sin embargo, terminó con varias denuncias de corrupción en las que se evidenció exportaciones ficticias y lavado de dinero. Pero esa vía fue utilizada por algunos acuerdos.
Lo que dejó la revolución
Los ministerios de Salud de las dos naciones firmaron 60 convenios a partir de 2012, como vigilancia epidemiológica, oftalmología, trasplantología renal, medicina familiar asistencial, entre otras. La ministra Andramuño explicó que todos estuvieron amparados en el “Acuerdo de Cooperación Técnica, Económica y Científica de 2001” y ratificado en 2013. Los que aún estaban vigentes pasaron a un proceso de liquidación técnico-económica.
La ministra de Gobierno, María Paula Romo, anunció que hasta diciembre se cerrarían todos los convenios que aún quedan con Cuba, sin precisar cuántos, ni dar mayores detalles de la injerencia en el paro de octubre.
Por su parte el embajador isleño, Rafael Dausá Céspedes, en un discurso el 18 de noviembre, cuando despidió a sus compatriotas que regresaron a su país, dijo que esta medida está orquestada desde Washington para desacreditar el legado de Fidel Castro. Indicó que el Ecuador se benefició de siete millones de consultas médicas, 169 mil cirugías oftalmológicas y 250 pacientes que recibieron trasplantes, desde 2009.
El marco para la firma de estos convenios fue el Plan Nacional del Buen Vivir que, en materia de política exterior, primaba las alianzas con gobiernos afines y la cooperación Sur-Sur, para armar un bloque en América Latina, dice Katalina Barreiro, experta en Relaciones Internacionales y vicerrectora del Instituto de Altos Estudios Nacionales (IAEN).
No es extraño que haya acuerdos con otras naciones. Pero estas políticas provocaron que las alianzas con algunos países (Cuba, Venezuela, China) tengan un corte más ideológico que técnico. ¿Cuáles son los resultados? La relación asimétrica en la que el dinero iba directo hacia la Isla, sin ningún retorno, más que el ideológico.
La esencia de un convenio de este tipo, explica Barreiro, es que los dos países se beneficien y dejen un producto concreto, un conocimiento que pueda usarse. Si se firmaron acuerdos para investigaciones médicas, ya deberíamos tener al menos una patente; si vinieron tantos especialistas médicos que no tenía el país, 10 años después debería existir un programa de posgrados para la transmisión de esa experticia o know how, pero no ha sucedido.
Fuente: Vistazo