Las recientes reacciones violentas de conductores en contra de agentes de tránsito difundidas a través de redes sociales. El ataque con botellazos que sufrieron policías que intentaban desalojar a un grupo de libadores del malecón de Salinas, durante el feriado de fin de año.
Estos son solo dos de múltiples ejemplos que reflejan una problemática que parecería tomar fuerza en la sociedad actual: la falta de respeto.
Para César Valcárcel, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES), que la falta de respeto llegue a las figuras de autoridad es un mal indicador que se debe erradicar con la educación.
El especialista menciona que la ausencia de madurez emocional no permite al sujeto asumir la responsabilidad de sus actos irracionales, lo que conlleva al uso de la violencia como un medio de resolución de conflictos.
Psicólogos, profesores y exdocentes coinciden en que esto se da no solamente en contra de la autoridad, sino a todo nivel y escenario y dicen que el problema se origina en la falta de control y comunicación que hay en la familia, como núcleo formador de toda sociedad.
“Ahora no nos comunicamos, porque los niños desde pequeñitos ya están con el teléfono (celular). Ese es uno de los factores, al niño se le educa desde que está pequeño, porque la educación es en el hogar, la instrucción es en la escuela, colegio y universidad”, sostiene Sofía Suárez, quien dedicó 43 años de su vida al magisterio.
Al igual que esta profesora jubilada, Carlos Flor, educador en funciones, menciona que el rol de la familia se ha visto resquebrajado por la violencia entre los padres, una situación que conlleva al divorcio.
Él cree que a más de ello, en el ámbito educativo la autoridad del maestro ha sido mermada por el marco legal que rige a este quehacer. De ahí que, dice, la falta de respeto es un problema creciente.
En la familia
‘Es un error querer ser amigo de su hijo’
Antonio Santos Rumbea, psicoanalista y docente de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil, considera como un error que en el seno de la familia el padre o la madre pretendan asumir el rol de amigos de sus hijos.
“Un amigo es una condición temporal. Hoy soy tu amigo, mañana no. Y esa es una manera de como perder de vista ciertos elementos que son fundamentales para mantener una especie de ley. Lo que nos hace humanos es la ley”, expresa el especialista.
Santos refiere que con ello se pierde el sentido de autoridad, situación a la que también abona el que haya una incongruencias entre lo que los padres dicen y hacen.
“Muchas veces eso es lo que sucede. Padres que de algún modo, por ejemplo, no tienen tiempo para darlo a sus hijos y de alguna manera, en ciertos casos, tratan de darle cosas”, sostiene el docente.
El especialista considera vital que los padres dediquen tiempo a sus hijos y que entre ellos haya una comunicación fluida.
Para él, la autoridad no es solo un efecto de imagen, sino que se basa en principios y fundamentos. “Para respetar a alguien ese alguien tiene que ser respetable”, dice.
Santos señala que las manifestaciones violentas no son algo nuevo, pero que en la actualidad herramientas tecnológicas como las redes sociales, entre otras, han coadyuvado a evidenciarla más.
En los centros educativos
‘A veces no se puede aplicar mano firme’
En algunos planteles educativos se han registrado casos en que los estudiantes no solo se revelan en contra de los profesores, sino que llegan a pretender intimidarlos con amenazas. Esto se da como una manifestación de inconformidad cuando un docente llama la atención al alumno por el incumplimiento de una tarea o por un mal comportamiento dentro del salón de clases.
El problema se agrava, expresan profesores, cuando en el entorno del estudiante hay la problemática de consumo de droga. En esos casos, refieren los maestros, la amenaza no solo proviene del estudiante sino de sus familiares o grupos de amigos, según sea el caso.
Para algunos docentes manejar ese tipo de situaciones resulta un tanto complejo y buscan apoyo en los Departamentos de Consejería Estudiantil (DECE), una instancia con la que cuentan todos lo planteles educativos.
“A veces es necesario aplicar mano firme, pero no se puede porque el padre de familia lo primero que hace es ir a quejarse al distrito. Y el que termina mal es el profesor que quiere aplicar un correctivo. Así pasa ahora”, cita un maestro.
César Coffré, inspector general de la Unidad Educativa Ecomundo, señala que el respeto debe fomentarse como una cultura desde los hogares y aquello debe ser complementado en los planteles. “Aquí viene una reflexión, hasta dónde los padres nos estamos conectando con nuestros hijos para podernos comunicar eficazmente”, sostiene el educador.
En las instituciones de servicio
‘Del coraje la gente se desquita con cualquiera’
Si bien los videos viralizados en redes sociales han reflejado el irrespeto y agresión a agentes de la Autoridad de Tránsito Municipal (ATM), vigilantes de la Comisión de Tránsito del Ecuador (CTE) y uniformados de la Policía Nacional, dentro y fuera de la ciudad, hay conductas que aunque no expresan violencia son asimiladas como ‘falta de respeto’ o ‘groserías’ por parte de los receptores.
Colaboradores de instituciones de servicio dicen convivir a diario con el ‘mal genio’ de la gente.
Por ejemplo, si un usuario no está conforme con el valor que refleja su planilla eléctrica del mes manifiesta su malestar con quien esté en la ventanilla de pago. “No saludan, se quejan con uno, dejan la plata con mala manera. Eso es casi a diario, hay gente que hasta con el guardia quiere desquitarse, por gusto”, señala un trabajador.
Ocurre también en instituciones financieras públicas y privadas, en dependencias municipales por algún trámite, entre otras entidades.
“La gente tiene derecho a quejarse, a reclamar si le están dando un mal servicio, pero hay maneras. Y a veces hay personas que no entienden eso”, menciona Lady Arteaga, quien se desempeña en el área de atención al cliente de una entidad bancaria, en el centro de la ciudad.
La mujer dice que aunque en ciertas ocasiones ha tenido ganas de responder los comentarios “pasados de tono” de algún cliente prefiere quedarse callada, porque hacerlo sería incurrir en lo mismo. “No se puede responder una grosería con otra, porque sería equivocarse también”, comenta.
En buses y Metrovía
‘No todos ceden el asiento a las mujeres’
Aunque el color de los asientos de las unidades del sistema de transporte masivo Metrovía indica que preferentemente están destinados para mujeres embarazadas o adultos mayores no todos los usuarios respetan esa condición. La tarde del jueves, por ejemplo, esos asientos de un bus alimentador, en el sur de la ciudad, estaban ocupados por hombres que se trasladaban con la cabeza arrimada a la ventana o atendiendo el celular. Y aunque veían que una pareja de adultos mayores viajaba de pie nadie, por su iniciativa, ninguno les cedía el puesto.
Al percatarse de aquello el conductor de la unidad habló por el altoparlante y recordó a los usuarios que esos asientos son preferentemente para los grupos citados. Recién allí cuatro pasajeros desocuparon los puestos amarillos en los que iban.
Otro escenario recurrente tanto en los buses de la Metrovía como en las unidades de servicio urbano es que hay hombres que no ceden el asiento a las mujeres que van de pie. Algunas lo consideran una ‘descortesía’.
“Yo considero que eso es una falta de respeto, de cortesía. Imagínese uno a veces anda cargada con cosas y no se alcanza a agarrar bien, con un frenazo como uno no tiene la fuerza de un varón puede caerse o lastimarse”, sostiene Adriana Vélez, pasajera que la noche del viernes se trasladaba en un bus de la línea 98, por el suroeste.
‘La restricción de servicios implica violencia simbólica’
Aunque cada institución tiene su protocolo de atención al usuario y reglamento para aquello, César Cárdenas, vocero del Observatorio Ciudadano de Servicios Públicos, considera que debe cambiarse la reglamentación que permite, por ejemplo, la restricción de un servicio sin previo aviso.
“El problema se origina no directamente en el usuario sino en las políticas excluyentes, discriminatorias, que al final de cuentas son violentas de parte de las instituciones que brindan servicios públicos”, expone él.
Y menciona que la restricción de un servicio básico por deuda puede considerarse como un acto de violencia simbólica que genera malestar en los usuarios y afecta derechos.
“Hay muchas personas en Guayaquil que son de la tercera edad y que consumen fármacos que necesariamente deben ser refrigerados como, por ejemplo, la insulina. Es decir, realmente las instituciones no dimensionan sus políticas en relación con el adecuado trato a los usuarios y eso genera violencia”, manifiesta Cárdenas.
Él considera que esta violencia simbólica se da incluso a nivel de los políticos y refiere que las manifestaciones a nivel nacional, de octubre pasado, fueron el resultado de aquello.
Para revertir esta situación, sugiere él, deben cambiarse los reglamentos que permiten una “agresión permanente” en contra de los usuarios.
“Todos los reglamentos están construidos exclusivamente para beneficiar a las empresas, no para ayudar, no para solucionar el problema de los usuarios”, manifiesta el vocero del Observatorio de Servicios Públicos y dice que eso sería una muestra de respeto. (I)
Fuente: El Universo