La paciencia es una virtud que a todos los seres humanos se nos agota en algún momento. No es cuestión de carácter o de mal genio, pasa cuando las situaciones del día a día a veces son difíciles de sobrellevar. Mucho más cuando se es padre o madre y no solo se tiene que lidiar con el estrés del trabajo, sino que al llegar a casa también aparecen los típicos «problemillas» domésticos que suelen sacar a todo el mundo de casillas.
Es aquí donde los psicólogos hacen hincapié en que se debe buscar la manera de llegar a los hijos, sin hablarles de una forma en que pueda verse afectada su autoestima, sobre todo cuando no han acatado alguna orden, cumplido con alguna responsabilidad o quizá porque contestaron mal.
Cualquiera que sea la situación existen ciertas frases que las madres deben evitar decir a sus hijos, por más estresadas o molestas que estén, ya que estas expresiones, sin darnos cuenta, pueden perjudicar mucho su desarrollo, sobre todo en la parte emocional.
Sus comportamientos pueden verse afectados por la forma en cómo los hagamos sentir a la hora de dirigirnos a ellos, nuestras palabras, si no las controlamos, pueden enviarles un mensaje totalmente equivocado. En esto coincide la Máster en Terapia Familiar Ruth Zambrano, quien también expone cuáles son las frases que jamás se deberían decir a nuestros hijos.
1) No sirves para nada
Al decirles esto por no haber realizado alguna tarea bien o cuando se les dificulta algún tipo de aprendizaje en el colegio no vamos a conseguir una respuesta positiva, más bien el niño/a o adolescente se sentirá desmotivado y terminará creyendo que realmente es verdad lo que dice su mamá o papá.
2) Debes ser como tu hermano/a
Usar comparaciones entre hermanos no es para nada saludable. Porque si nos ponemos a pensar, ninguna persona es igual a otra. Todos no tenemos el mismo tipo de habilidades o aptitudes y por ende cada persona reaccionará o será diferente. Cuando comparamos, los hijos entienden que mamá o papá quieren o prefieren más a un hijo que a otro, porque a lo mejor ese hijo tiene más parecido con la personalidad de sus progenitores, pero eso no quiere decir que es mejor.
3) Utilizar amenazas
Acudir al miedo para que sea el motor de la conciencia de los niños, tampoco es positivo cuando se utilizan frases con niños pequeños, como: «Ahí viene el policía a llevarte», «Si te portas mal ya no te quiero», «Viene el doctor a ponerte una inyección». Lo que conseguimos es que desarrollen temores e inseguridades en su personalidad. La psicóloga habla de que se deben reforzar las conductas positivas, a base de amor, no de miedo, que esa no es la manera.
4) Mejor no hubieras nacido
Esta es una de las frases más fuertes que un padre o una madre puede decirle a su hijo. En los momentos de ira, los seres humanos somos muy hábiles con las palabras que sacan de nuestro interior toda la indignación, frustración o rabia que se siente en el momento. Pero recordemos que las palabras, una vez que salen, ya no regresan y por el contrario hacen daño en la mente y en el corazón de las personas.
Por eso esta frase jamás deberías decirle a tus hijos por más enojado que estés, ya que le estarías diciendo que su sola presencia es una molestia y que su existencia no tiene importancia o sentido para ti. ¡Mucho cuidado!
5) «Debería darte vergüenza hablar así»
La vergüenza y la culpa llevan consigo el pensamiento de «no valgo nada». La vergüenza es una emoción en la que está muy presente la valoración de las normas que están socialmente aceptadas, y surge cuando se infringe de algún modo alguna de ellas, especialmente cuando se refieren a aspectos morales de la sociedad a la que pertenece la persona. La vergüenza no debe asociarse en todas las ocasiones con aspectos negativos del comportamiento, sino que el hecho de sentir vergüenza puede ayudar a canalizar correctamente las relaciones sociales basadas en el respeto mutuo.
6) “¡No llores!”
Cuando tenemos niños, a veces olvidamos que una de sus principales formas de expresarse es el llanto, en la caótica etapa de los 12 meses, hasta los 5 años, uno que otro berrinche saldrá de los pequeñines para dar a conocer su enojo, frustración o tristeza. Es verdad que al educarlos hay que ser firmes y no ceder ante sus presiones. Pero ¡Caramba! si llora porque se cayó o golpeó y quiere sentirse consolado por sus progenitores, es el momento ideal para demostrarle cuán amado y protegido está por su familia. Recuerde que expresar sus emociones es el primer paso para que aprenda a manejarlas y posteriormente a gestionarlas.
7) Siempre o nunca
Generalizar siempre será un error. «Siempre» y «Nunca» son dos etiquetas que los niños y jóvenes admiten como suyas. Si ellos escuchan «siempre dejas el cuarto desordenado» finalmente acabará siendo una realidad, porque mamá o papá no celebran o lo motivan las pocas veces que ha tenido el comportamiento positivo de dejarla ordenada.
8) Condicionar la conducta
«Si te comes todo hay postre», «Si te portas mal no tendrás regalos». Algunos padres caen en el error de usar la estrategia del premio y el castigo de una manera poco efectiva. Debemos ser capaces de utilizar un mensaje positivo, pero firme frente a la mera negativa. Y es que el chantaje, aunque puede ser efectivo a corto plazo, no lo es si miramos un poco más allá.
Como alternativa al premio o al castigo, podemos trabajar sobre comportamientos concretos, enseñarles que algunos son «recompensantes» en sí mismos, tratar, en definitiva, de lograr un acuerdo en el que el niño sea capaz de colaborar e implicarse.
Recordemos que los niños y los adolescentes no tienen por qué pensar como adultos en una edad que no están preparados para asumir ese rol. Conservar la calma y hablar con amor a nuestros hijos, aún en esos momentos en que ellos no tienen una buena conducta, marcará la diferencia en todo sentido. (I)