El estreno de ‘Rocky Balboa’ en 2006 parecía poner fin a una franquicia iniciada 30 años antes con ‘Rocky’, una película que se hizo con el Óscar y lanzó al estrellato a Sylvester Stallone. Varias secuelas llegaron después, pero llegó un punto en el que la edad no perdonaba y todo apuntaba a que no íbamos a volver a ver al púgil italiano en pantalla.
Eso cambió con ‘Creed: La leyenda de Rocky’, pero allí Stallone cedía el protagonismo a un ascendente Michael B. Jordan y las riendas a Ryan Coogler. El segundo no regresa tras las cámaras para ‘Creed II: La leyenda de Rocky’, pero la película mantiene casi toda la energía y aumenta la fuerza dramática de su predecesora, funcionando al mismo tiempo como una actualización de ‘Rocky IV’.
Lo hicieran mejor o peor, las secuelas de ‘Rocky’ siempre intentaban dar cierta profundidad dramática a sus relatos, dejando el peso para el guion y los actores en esos tramos y ganando la puesta en escena una importancia notable durante los combates. Eso es algo que también sucedía en ‘Creed: La leyenda de Rocky’, pero reconozco que la subtrama romántica nunca terminó de conectar del todo conmigo.