En medio de una crisis económica, el 11 de septiembre de 1973 las Fuerzas Armadas chilenas tomaron el poder, dando paso a una de las peores dictaduras en la región, en la que unas 3.200 personas murieron o desaparecieron, y 38.000 fueron torturadas, según registros oficiales citados por AFP.
Salvador Allende se había convertido en el primer presidente socialista elegido de forma constitucional en 1970 y en su administración había puesto en marcha programas que causaron rechazo en sectores de la sociedad.
“(La asunción de la izquierda) provocó un pánico financiero en Chile, y ahí también pudimos ver un éxodo de capitales y gente que se asustó del socialismo y comunismo”, dijo el analista y exembajador Mauricio Gándara, quien agrega que ese escenario causó que EE.UU. apoyara el golpe militar y empezara la despiadada dictadura de Augusto Pinochet –al que Allende había nombrado jefe del ejército poco antes–, quien persiguió a los “rojos socialistas y hasta los ‘rosaditos’. Salió mucha gente de Chile”.
El actual presidente de Chile, Sebastián Piñera, indicó al diario La Tercera que. sin justificar de ninguna manera los atropellos a los derechos humanos de Pinochet, antes del 11 de septiembre de 1973 la democracia chilena ya estaba enferma y el propio Partido Socialista declaraba que “había una democracia burguesa sin ningún valor, que había que destruirla con los votos o con las balas”.
“El debilitamiento de las bases de nuestra democracia se empezó a gestar en la década de los 60 y se acentuó en la década de los 70 y, por supuesto, se profundizó en la década de los 80 (bajo la dictadura)”.
El exmandatario chileno (2000-2006), Ricardo Lagos, apuntó al mismo medio que el golpe se dio porque había una gran polarización del país, en la que la derecha no tenía los dos tercios del congreso para destituir a Allende, y este, con el 43% de la votación, no tenía mayoría para aprobar leyes. Incluso el nombramiento de Lagos como embajador ante la Unión Soviética era uno de los temas congelados en el Senado.